Una obra maravillosa y un prodigio

El establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra

En una revelación dada a José Smith en septiembre de 1830, el Señor hace referencia a la ordenación de José Smith y Oliverio Cowdery, en la que recibieron el Sacerdocio de Melquisedec de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan; entonces habla de las llaves que los varios profetas de los días antiguos habían entregado a José Smith:

Y también con Pedro, Santiago y Juan, a quienes he enviado a vosotros, por medio de los cuales os he ordenado y confirmado para ser apóstoles y testigos especiales de mi nombre, y para poseer las llaves de vuestro ministerio y de las mismas cosas que les revelé a ello8;

a quienes he dado las llaves de mi reino y una dispensación del evangelio para los últimos tiempos; y para el cumplimiento de los tiempos, en la cual juntaré en una todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra;

y también con todos aquellos que mi Padre me ha dado de entre el mundo. (D. y C. 27:1214.)

Si examinamos cuidadosamente esta revelación, hallaremos cuán completa y comprensiva fue esta entrega hecha a José Smith y Oliverio Cowdery de las llaves del reino, las cuales Jesús dejó en manos de Pedro, Santiago y Juan después de su resurrección, al concluir su ministerio entre ellos.

Por consiguiente, José Smith y Oliverio Cowdery fueron ordenados Apóstoles del Señor Jesucristo y hechos testigos especiales de su nombre; recibieron las llaves del reino y una dispensación del evangelio por la última vez y para el cumplimiento de los tiempos en que el Señor prometió juntar “en una todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra”. El Señor dio a entender que también ha de efectuarse una obra con aquellos que el Padre le había dado “de entre el mundo”. En todo esto se hallan comprendidas grandes e importantes responsabilidades y actividades relacionadas con la nueva dispensación del evangelio.

Nos parece correcto considerar primeramente la organización de la Iglesia de Jesucristo. Aun cuando no comunicaron todos los detalles que tienen que ver con la organización de la Iglesia, Pedro, Santiago y Juan restauraron las llaves y la autoridad del sacerdocio, tan esenciales para el establecimiento del reino. Se perfeccionó la organización por medio de revelaciones dadas al profeta José Smith al paso que iba aumentando el número de miembros de la Iglesia; y por esta razón fue posible, y necesario a la vez, efectuar esta organización.

Organización y nombre de la Iglesia en estos últimos días

De conformidad con la revelación del Señor al profeta José Smith, se organizó La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días el 6 de abril de 1830, en el hogar de Pedro Whitmer, padre, en Fayette, estado de Nueva York. Fueron seis los miembros originales de la Iglesia: José Smith; Oliverio Cowdery; Hyrum Smith; Pedro Whitmer, hijo; David Whitmer y Samuel H. Smith. En esta ocasión fueron aceptados José Smith como el primer élder de la Iglesia y Oliverio Cowdery como el segundo, de acuerdo con lo que Juan el Bautista había indicado cuando les confirió el Sacerdocio Aarónico el 15 de mayo de 1829. (Véase D. y C. 20:1-4.)

En una revelación dada el 26 de abril de 1838 a José Smith, después de dirigirse a la Presidencia de la Iglesia y a otros, el Señor añade:

Y también a mis siervos fieles del sumo consejo de mi iglesia en Sión, porque así se llamará, y a todos tos élderes y pueblo de mi Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días esparcidos por todo el mundo;

porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. (D. y C. 115:34.)

La designación “Santos de los Ultimos Días” se usa para hacer una distinción entre los miembros de la Iglesia de Jesucristo de esta dispensación y los que pertenecieron a la Iglesia que Jesús estableció en el meridiano de los tiempos.

El nombre que la Iglesia debe llevar es asunto de grave importancia para el Señor. No sólo fue revelado correctamente a José Smith, como acabamos de indicar, sino que en el relato de la visita de Jesús entre los nefitas de América, después de su ascensión y luego que hubo organizado su Iglesia entre ellos, el Libro de Mormón nos hace saber la pregunta de sus discípulos y la respuesta del Señor concerniente al nombre que debería llevar su Iglesia:

Y Jesús se les manifestó de nuevo, porque pedían al Padre en su nombre; y vino Jesús y se puso en medio de ellos, y les dijo:

¿Qué queréis que os dé?

Y ellos le dijeron: Señor, deseamos que nos digas el nombre por el cual hemos de llamar esta iglesia; porque hay cuestiones entre el pueblo concernientes a este asunto.

Y el Señor les dijo: De cierto, de cierto os digo: ¿Por qué es que este pueblo ha de murmurar y disputar a causa de esto?

¿No han leído las Escrituras que dicen que debéis tomar sobre vosotros el nombre de Cristo, que es mi nombre? Porque por este nombre seréis llamados en el postrer día;

y el que tome sobre sí mi nombre, y persevere hasta el fin, éste se salvará en el postrer día.

Por tanto, cualquier cosa que hagáis, la haréis en mi nombre, de modo que daréis mi nombre a la iglesia; y en mi nombre pediréis al Padre que bendiga a la iglesia por mi causa.

¿Y cómo puede ser mi iglesia salvo que lleve mi nombre? Porque si una iglesia lleva el nombre de Moisés, entonces es la iglesia de Moisés; o si se le da el nombre de algún hombre, entonces es la iglesia de ese hombre; pero si lleva mi nombre, entonces es mi iglesia, si es que están fundados sobre mi evangelio. (3 Nefi 27:28.)

Por consiguiente, el nombre de la Iglesia no proviene del estudio o la investigación, antes vino por revelación directa del Señor. ¿No nos parece increíble que de todas las iglesias que había en el mundo, ninguna de ellas llevaba el nombre del Señor cuando se restauró su Iglesia en esta dispensación?

Los miembros de la Iglesia primitiva se llamaban santos

En la actualidad parece existir el sumamente común error de que el término “santos” solamente ha de aplicarse a aquellos miembros u oficiales de las iglesias cristianas que por haberse distinguido de cierta manera, sus nombres han sido canonizados. Sin embargo, se verá luego que esto es un error, pues todos los discípulos de Cristo en los días antiguos eran conocidos como “santos”, según se manifestará al leer los siguientes pasajes de las Escrituras:

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes,

a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor… (1 Corintios 1:12.)

Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos… (1 Corintios 14:33.)

Pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. (2 Corintios 8:4.)

A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. (Romanos 1:7.)

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. (Efesios 2:19.)

Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos. (Efesios 5:3.)

Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan.

Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César. (Filipenses 4:2122.)

¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos?

¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? (1 Corintios 6:12.)

Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron. (Mateo 27:52.)

Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. (Judas 8.)

Por lo anterior, claramente se ve que los discípulos de Jesús eran conocidos como santos; que así se dirigían a ellos los Apóstoles, no obstante sus debilidades; y que el Señor puso ciertos oficiales en su Iglesia “a fin de perfeccionar a los santos”. (Efesios 4:12.)

Concedióse al salmista el privilegio de ver nuestra época, cuando el Señor vendría para juzgar a su pueblo: cuando enviaría su verdad a los habitantes de la tierra; cuando juntaría a sus santos en Sión. (Véase Salmo 50:1-5.)

En la interpretación que Daniel dio al sueño de Nabucodonosor, explicó que en los postreros días, cuando empezaran a desmoronarse los reinos del mundo, el Dios del cielo establecería un reino que nunca sería destruido, sino que permanecería para siempre; describió la venida del Hijo del Hombre, al cual se entregaría este reino, y declaró que todas las naciones seguirían y obedecerían al Dios del cielo. Dijo, ade­más, aludiendo a este reino de los postreros días:

“Después tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos”. (Véanse Daniel 2:28-45; 7:13, 14, 18.)

Palpable es que no se puede entregar un reino al Hijo del Hombre, cuando venga a tomar su lugar correspondiente como Rey de todas las naciones, a menos que se le prepare uno. Según Daniel, el reino será dado a “los santos del Altísimo”, a fin de que lo posean “hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos”.

Se verá pues, que así como el nombre de la Iglesia viene de Dios, de la misma manera se ha dado el apelativo “santos” a los miembros de su Iglesia.

La autoridad del sacerdocio en el gobierno de la Iglesia

En las revelaciones del Señor al profeta José Smith, se da a saber el hecho de que el Sacerdocio de Melquisedec tiene “poder y autoridad” sobre “todos los oficios de la Iglesia en todas las edades del mundo”. Por tanto, cuando José Smith y Oliverio Cowdery recibieron este sacerdocio de las manos de Pedro, Santiago y Juan, recibieron con él las llaves y autoridad necesarias para organizar en forma completa la Iglesia de Jesucristo y los quórumes del sacerdocio:

Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino,, la llave del conocimiento de Dios.

Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de Dios.

Y sin sus ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, el poder de Dios no se manifiesta a los hombres en la carne. (D. y C. 84:1921.)

El poder y la autoridad del sacerdocio mayor, o sea el de Melquisedec, consiste en tener las llaves de todas las bendiciones espirituales de la iglesia;

tener el privilegio de recibir 108 misterios del reino de los cielos, ver manifestárseles los cielos, comunicarse con la asamblea general e iglesia del Primogénito, y gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús, el mediador del nuevo convenio. (D. y C. 107:1819.)

El Sacerdocio de Melquisedec posee el derecho de presidir, y tiene poder y autoridad sobre todos los oficios en la iglesia en todas las edades del mundo, para administrar en las cosas espirituales. (D. y C. 107:8.)

 El Quórum de la Primera Presidencia

Si la Iglesia ha de funcionar en forma perfecta, a semejanza del cuerpo humano, como lo ha indicado el apóstol Pablo (véase 1 Corintios 12:12-31), ¿quién debe estar a la cabeza de la Iglesia en la tierra hasta que sea entregada al Hijo del Hombre en su venida? Parece que lo más propio sería que el Señor nombrase a un presidente (profeta) o presidencia (profetas) para dirigir todas las actividades de la Iglesia y del sacerdocio, y por medio de quienes pudiese hablar y revelar su disposición y voluntad a la Iglesia entera, sin tener que hacerlo con cada uno de los grupos individuales que pudiesen hallarse establecidos por todo el mundo. El Señor hizo esto precisamente cuando dispuso que se nombraran y ordenaran tres sumos sacerdotes para formar el quórum de la Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Sobre este asunto el Señor ha dicho:

Del Sacerdocio de Melquisedec, tres Sumos Sacerdotes Presi­dentes, escogidos por el cuerpo, nombrados y ordenados a ese oficio, y sostenidos por la confianza, fe y Oraciones de la iglesia, forman un quórum de la Presidencia de la Iglesia. (D. y C. 107:22.)

Además, el deber del Presidente del oficio del Sumo Sacerdocio es presidir a toda la iglesia, y ser semejante a Moisés.

He aquí, en esto hay sabiduría;, ser un vidente, un revelador, un traductor y un profeta, teniendo todos los dones de Dios, los cuales él confiere sobre el cabeza de la Iglesia. (D. y C. 107:9192.)

De modo que esta presidencia gobierna todo el Sumo Sacerdocio y dirige todos los asuntos de la Iglesia, y es también el tribunal de última instancia de la Iglesia. Los que la integran son profetas, videntes y reveladores.

No hallamos en la Biblia ninguna afirmación directa en que se diga que el Salvador estableció una presidencia de la Iglesia para dirigirla después de su partida. Sin embargo, el hecho de que envió a Pedro, Santiago y Juan de nuevo a la tierra en esta dispensación, con objeto de restaurar el Sacerdocio de Melquisedec y sus llaves, incluso el santo apostolado, parece indicar que tenían una posición de mayor preferencia que los otros Apóstoles, lo cual, en virtud de su administración en esta dispensación, parece indicar que ellos eran la presidencia del Sacerdocio de Melquisedec y de la Iglesia en el meridiano de los tiempos, después de la ascensión de Jesucristo.

Si esta suposición es correcta, también explicará por qué tomó Jesús aparte a estos tres Apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, a un monte alto,

Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

Y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oid. (Mateo 17:28, 5.)

Ciertamente uno no puede leer esta narración sin sentir que estos tres Apóstoles disfrutaban de una santificación y preparación para su ministerio que los otros Apóstoles no tenían. Pues, ¿qué otra explicación lógica se puede hacer de la preferencia manifestada hacia Pedro, Santiago y Juan, y no a sus hermanos Apóstoles? Sobre este acontecimiento glorioso el profeta José Smith declaró:

El sacerdocio es eterno. El Salvador, Moisés y Elías entrega­ron las llaves a Pedro, Santiago y Juan en el monte de la transfiguración. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 184.)

 El Quórum de los Doce Apóstoles

El Señor ha expuesto con claridad los deberes y responsabilidades del Quórum de los Doce Apóstoles en estos días postreros. Indicó que han de oficiar bajo la dirección de la Primera Presidencia de la Iglesia, y constituyen “un quórum de igual autoridad y poder” que la Primera Presidencia. La prudencia del Señor se ha manifestado en este asunto, porque al desorganizarse el Quórum de la Primera Presidencia con la muerte del presidente, el Quórum de los Doce Apóstoles posee todas las llaves y autoridad necesarias para reorganizar la Primera Presidencia:

Los doce consejeros viajantes son llamados para ser los Doce Apóstoles, o testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo, y así se distinguen de los otros oficiales de la iglesia en los deberes de su llamamiento.

Y constituyen un quórum, igual en autoridad y poder que los tres presidentes ya mencionados. (D. y C. 107:2824.)

Los Doce son un Sumo Consejo Presidente Viajante, para oficiar en el nombre del Señor bajo la dirección de la Presidencia de la Iglesia, de acuerdo con la institución del cielo; para edificar la iglesia y dirigir todos los asuntos de la misma en todas las naciones, primero a los gentiles y luego a los judíos. (D. y C. 107:33.)

El deber y llamamiento de los Doce Apóstoles, pues, consiste en “edificar la Iglesia y dirigir todos los asuntos de la misma en todas las naciones”, bajo la dirección de la Primera Presidencia de la Iglesia. Los Doce Apóstoles son también profetas, videntes y reveladores.

El llamamiento y nombramiento del Quórum de los Doce Apóstoles en la Iglesia concuerdan en todo sentido con las responsabilidades impuestas a los Doce Apóstoles originales que ejercieron su ministerio bajo la dirección del Salvador cuando estuvo sobre la tierra y después de su resurrección, como lo indican los siguientes pasajes:

Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a tos cuales también llamó apóstoles. (Lucas 6:13.)

Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.

Y cuando le vieron, te adoraron; pero algunos dudaban.

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

enseñándoles que guarden todas ¿as cosas que os he manda­do; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:1620.)

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.

Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.

Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.

A quienes remitiereis los pecados, ¿es son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. (Juan 20:1921, 23.)

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (Juan 15:16.)

Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. (Mateo 16:19.)

Según estos versículos se aclara que se dio todo poder a Jesús en los cielos así como en la tierra, y que El escogió a doce Apóstoles, los ordenó y los envió al ministerio con el mismo poder y autoridad que El mismo había recibido de su Padre, es decir, las llaves del reino de los cielos.

¡Cuán diferente es el ministerio de las iglesias hoy día! Los hombres no esperan hasta que los escojan, ordenen y envíen al ministerio; más bien, ellos mismos hacen la elección, y su preparación para el ministerio no les viene en virtud de haber sido ordenados por uno que tiene la autoridad de Dios, sino por haberse graduado de los seminarios de instrucción, estableci­dos por los hombres para tal fin. ¡Cómo han cambiado las cosas! ¿Quién es el responsable de los cambios: Dios o los hombres?

Hay algunos que creen que la intención del Señor fue tener solamente doce Apóstoles originales; pero esta posición es indefendible, porque si hubo un tiempo en que fueron necesarios los Apóstoles en la Iglesia, tendrán que continuar siéndolo, hasta que se complete la obra que les fue señalada.

El apóstol Pablo nos informa cuál es esta comisión, así como su objeto:

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,

a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo;

para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error. (Efesios 4:1114.)

¿Se han perfeccionado los santos? ¿Está completa la obra del ministerio? ¿Se ha edificado el cuerpo de Cristo, su Iglesia? ¿Hemos llegado todos a la unidad de la fe? En vista de tantos credos cristianos, ¿podemos decir que la gente del mundo ya no es llevada “por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”? ¿Quién puede negar que la causa por la que no se han cumplido estos propósitos se debe a que los hombres quitaron los oficiales que el Señor puso en su Iglesia para realizar estas cosas?

El apóstol Pablo enseñé que la Iglesia estaba edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas:

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. (Efesios 2:1920.)

Es evidente, pues, que la intención del Señor fue que se conservara completo el Quórum de los Doce Apóstoles, porque después que Judas Iscariote traicionó al Señor, se comisioné a Matías para que tomara su lugar:

Y orando, dijeron:, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido,

para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.

Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles. (Hechos 1:2426. Enfasis agregado.)

Los Apóstoles entendían que el quórum había de conservarse completo. Pablo y Bernabé fueron nombrados Apóstoles después del establecimiento de los primeros doce:

“Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces.” (Hechos 14:14; véase también Hechos 13:1-4.)

También Jacobo, “el hermano del Señor”, fue llamado al apostolado después del nombramiento de los primeros doce:

“Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.” (Gálatas 1:19; véase también Marcos 6:3.)

De manera que si los Apóstoles fueron esenciales en la iglesia que Jesucristo estableció en el meridiano de los tiempos, ¿por qué no han de continuar siendo necesarios dondequiera que su Iglesia reconocida se halle sobre la tierra? Para todo aquel que razona, ha de ser palpable que al paso que la Iglesia crece, la necesidad de apóstoles para dirigir la obra ha de ser más apremiante todavía.

Aun con la información limitada que la Biblia provee sobre este tema, claramente se destaca que si hubiese continuado entre los hombres la Iglesia que Jesús organizó en persona, habría permanecido completo el Quórum de los Doce Apóstoles para dirigirla.

Los sumos sacerdotes

Tras la restauración de las llaves y poderes del Sacerdocio de Melquisedec, el Señor le reveló al profeta José Smith la organización correcta del sacerdocio en divisiones y quórumes, al crecer el número de los miembros de la Iglesia. Del nombramiento del sumo sacerdote, dijo lo siguiente:

Los sumos sacerdotes según el orden del Sacerdocio de Melquisedec tienen el derecho de oficiar en su propio puesto, bajo la dirección de la presidencia, para administrar las cosas espirituales, y también en el cargo de un élder, presbítero (del orden levítico), maestro, diácono y miembro.

El sumo sacerdote y el élder deben administrar las cosas espirituales, de acuerdo con los convenios y mandamientos de la iglesia; y tienen el derecho de oficiar en todos estos puestos de la iglesia cuando no esté presente una autoridad mayor. (D. y C. 107:10, 12.)

Todo presidente del sumo sacerdocio (o élder presidente), obi8po, miembro del sumo consejo y sumo sacerdote debe ser ordenado bajo la dirección de un sumo consejo o conferencia general. (D. y C. 20:67.)

Pero en vista de que un sumo sacerdote del Sacerdocio de Melquisedec tiene la autoridad para funcionar en todos los oficios menores, él puede desempeñar el oficio de obispo cuando no se pueda encontrar a un descendiente literal de Aarón, siempre que sea llamado, apartado y ordenado a este poder por mano de la Primera Presidencia del Sacerdocio de Melquisedec. (D. y C. 68:19.)

Hay muchas otras revelaciones y referencias pertenecientes al oficio del sumo sacerdote, pero ya que el objeto de esta presentación es mostrar que la misma organización del sacerdocio se ha restablecido en la tierra tal como existió antiguamente, más bien que tratar en forma completa el tema del sacerdocio, no diremos más sobre el asunto en esta ocasión aparte de indicar que en la Iglesia establecida por Cristo en el meridiano de los tiempos existían todos estos oficios del sacerdocio. Según Pablo:

Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados.

Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy.

Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús. (Hebreos 5:1, 56; 3:1.)

Por estos pasajes se aclara que Jesús no sólo fue “apóstol y sumo sacerdote”, sino que sus hermanos tenían también esta “vocación celestial”; y que todo sumo sacerdote, “tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere”.

¿Dónde están los apóstoles y sumos sacerdotes en las iglesias de la actualidad? ¿Por qué los han quitado?

Patriarcas o evangelistas

El deber del patriarca o evangelista es el de bendecir a la gente o miembros de la Iglesia. Leemos acerca de ellos en el Nuevo Testamento, pero no encontramos nada que indique cuáles eran los deberes particulares de este oficio del sacerdocio. Esta información ha venido a nosotros solamente por medio de las revelaciones del Señor dadas a José Smith. El Señor instruyó a los Doce Apóstoles de su Iglesia en esta dispensación que ordenaran “ministros evangelistas en todas las ramas grandes de la iglesia, según les sea designado por revelación”. (D. y C. 107:39.) Entonces explicó que este orden del sacerdocio se estableció para que descendiera de padre a hijo, indicando más adelante que este orden se instituyó en los días de Adán y que había descendido por linaje a través de los patriarcas:

El orden de este sacerdocio se confirmó para descender de padre a hijo; y por derecho pertenece a los descendientes literales del linaje escogido, al cual se hicieron las promesas.

Este orden se instituyó en tos días de Adán, y descendió por linaje… (D. y C. 107:4041; véanse también los versículos 4157 en los cuales se muestra el orden en que fueron ordenados estos patriarcas.)

El profeta José Smith hizo esta explicación concerniente al llamamiento del evangelista o patriarca:

El evangelista es un patriarca, el mayor de edad de la sangre de José o de la descendencia de Abraham. Dondequiera que la Iglesia de Cristo se halle establecida sobre la tierra, allí debe haber un patriarca para el beneficio de la posteridad de los santos, tal como fue con Jacob cuando dio su bendición patriarcal a sus hijos, etc. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 179.)

Además, de cierto os digo, sea nombrado, ordenado y ungido mi siervo William como consejero de mi siervo José, en lugar de mi siervo Hyrum, para que mi siervo Hyrum pueda ocupar el oficio de Sacerdocio y Patriarca que le señaló su padre por bendición y también por derecho;

para que desde ahora en adelante tenga las llaves de las bendiciones patriarcales sobre la cabeza de todo mi pueblo;

para que cualquiera que él bendiga sea bendecido y cualquiera que él maldiga sea maldecido… (D. y C. 124:91 93.)

Una de las ilustraciones más notables del ejercicio de este llamamiento es el relato bíblico de la bendición de Jacob a sus doce hijos:

Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en 108 días venideros.

Juntaos y oíd, hijos de Jacob, y escuchad a vuestro padre Israel. (Génesis 49:12.)

Entonces siguen las bendiciones individuales dadas a sus doce hijos. El gran patriarca Isaac bendijo a sus hijos Jacob y Esaú. (Véase Génesis capítulo 27.)

Pablo se refiere a Abraham como patriarca:

“Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín.” (Hebreos 7:4.)

También habló sobre el llamamiento del evangelista, pero no indicó los deberes de su oficio:

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros. (Efesios 4:11.)

Timoteo tuvo el nombramiento de evangelista:

“Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.” (2 Timoteo 4:5.)

A pesar de estas referencias bien claras, así en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, las cuales indican que el Señor puso patriarcas o evangelistas en su Iglesia en épocas pasadas, nosotros no sabríamos cuál sería su función particular en el sacerdocio si no fuera por las revelaciones del Señor dadas al profeta José Smith al restablecer su Iglesia en esta dispensación.

¿Por qué han suprimido las iglesias este santo llamamiento del patriarca? Miles y decenas de miles de Santos de los Ultimos Días han recibido consuelo e inspiración de las bendiciones que el Señor les promete por medio de sus patriarcas en esta dispensación. Y en lo que respecta al conocimiento de la vocación y ministerio de un patriarca, nosotros no lo recibimos por el estudio de las Escrituras, sino por las revelaciones del Señor a sus profetas en esta época en que vivimos.

Los setenta

Las revelaciones del Señor al profeta José Smith nos hacen saber los deberes y llamamientos de los setenta:

Los Setenta también son llamados para predicar el evangelio y ser testigos especiales a tos gentiles y en todo el mundo, y así se distinguen de otros oficiales de la iglesia en los deberes de su llamamiento.

Y constituyen un quórum, igual en autoridad que el de los doce testigos especiales o Apóstoles antes nombrados.

Los Setenta obrarán en el nombre del Señor bajo la dirección de los Doce o el sumo consejo viajante, edificando la iglesia y dirigiendo todos los asuntos de la misma en todas las naciones, primero a los gentiles y luego a los judíos.

Y va de acuerdo con la visión que demuestra el orden de los Setenta, que los presidan siete presidentes, escogidos de entre el número de los setenta;

y el séptimo de estos presidentes ha de presidir a los seis;

y estos siete presidentes han de escoger a otros setenta, además de los primeros setenta a los cuales pertenecen, y han de presidirlos,

y también a otros setenta, hasta setenta veces siete, si por necesidad la obra de la viña lo requiere.

Y estos setenta han de ser ministros viajantes, a los gentiles primeramente y también a los judíos.

Mientras que otros oficiales de la iglesia, que no pertenezcan a los Doce ni a los Setenta, no obstante que estén ocupando cargos de igual importancia y responsabilidad en la iglesia, no tienen la responsabilidad de viajar entre todas las naciones, sino que deben viajar conforme lo permitan sus circunstancias. (D. y C. 107:25,26, 34, 9398.)

Cuando uno compara esta explicación completa del llamamiento, deberes y organización de los setenta con la escasa información contenida en la Biblia, se convence, desde luego, de la necesidad de que el Señor imparta instrucción y revelación sobre estos asuntos, pues en la Biblia no hay confirmación suficiente respecto de los deberes y llamamientos de los setenta. Repetimos una vez más: Esta información e instrucción nos ha venido por revelación de los cielos, y empleamos la Biblia para comprobar su verdad.

Esto es lo que la Biblia dice sobre el llamamiento de los setenta:

Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.

Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. (Lucas 10:12, 17.)

A juzgar por el primer versículo citado, está muy claro que el Señor previamente había llamado a setenta, pues de lo contrario, el pasaje no diría que El designé “a otros setenta”. De estos “otros setenta” la Biblia no dice nada. Sin embargo, hace mención del llamamiento de setenta de los élderes o ancianos de Israel bajo la dirección de Moisés; pero esto indudablemente se refiere al número de ancianos llamados, más bien que al oficio del setenta:

Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo.

Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo. (Números 11:1617.)

Recuérdese que los setenta son un quórum o consejo viajante, igual que el Quórum de los Doce Apóstoles, y que su llamamiento especial consiste en ayudar a los Doce Apóstoles a efectuar y dirigir la obra misional de la Iglesia. En vista de que también son testigos especiales del Señor Jesucristo en todo el mundo, “primero a los gentiles y luego a los judíos”, cuán grande ha sido la pérdida del mundo por no tenerlos en las iglesias del día. Es una razón más por la que se precisaba una restauración.

Los élderes o ancianos

El término “élder” se ha tomado de la misma palabra inglesa, que significa anciano. Se ha optado por usarse aquélla en vez de la palabra bíblica, para evitar que se confunda su significado con el de una persona de mucha edad. En la Iglesia de Jesucristo se usa el término “élder” de dos maneras. Se emplea como titulo y se aplica a cualquier hombre que posea el Sacerdocio de Melquisedec, pero también designa uno de los oficios de este sacerdocio:

Un apóstol es un élder, y es suyo el llamamiento de bautizar;

y ordenar a otros élderes, presbíteros, maestros y diáconos;

y bendecir el pan y el vino, emblemas de la carne y sangre de Cristo,

y confirmar por la imposición de manos a los que se bautizan en la iglesia, para que reciban el bautismo de fuego y del Espíritu Santo, de acuerdo con las escrituras;

y enseñar, exponer, exhortar, bautizar y velar por la iglesia;

y confirmar a la iglesia por la imposición de manos y el don del Espíritu Santo;

y hacerse cargo de todas las reuniones.

Los élderes han de conducir los servicios según los guíe el Espíritu Santo, de acuerdo con tos mandamientos y revelaciones de Dios. (D. y C. 20:3845.)

El oficio de élder corresponde al Sacerdocio de Melquisedec.

El Sacerdocio de Melquisedec posee el derecho de presidir, y tiene poder y autoridad sobre todos los oficios en la iglesia en todas las edades del mundo, para administrar en las cosas espirituales

Cuando el sumo sacerdote no esté presente, un élder tiene el derecho de oficiar en su lugar.

El sumo sacerdote y el élder deben administrar las cosas espirituales, de acuerdo con los convenios y mandamientos de la iglesia; y tienen el derecho de oficiar en todos estos puestos de la iglesia cuando no esté presente una autoridad mayor

De cierto os digo, dice el Señor de las Huestes, es menester que haya élderes presidentes para presidir a los que tengan el oficio de élder.

Además, el deber del presidente del oficio de los élderes es presidir a noventa y seis élderes, sentarse en concilio con ellos e instruirlos de acuerdo con los convenios.

Esta presidencia es distinta de la de los setenta, y se ha dispuesto para los que no viajan por todo el mundo. (D. y C. 107:7, 8, 11, 12, 60, 89, 90.)

De modo que el llamamiento de un élder se distingue del de un setenta en que aquél es llamado al ministerio en su domicilio para oficiar en las organizaciones de la Iglesia, presidir, enseñar, exponer, etc., mientras que el setenta ha de ser un misionero viajante entre todas las naciones y a todo pueblo.

Leemos ahora lo que la Biblia dice con respecto al anciano o élder:

Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;

no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, heredade8 del Señor, sino siendo ejemplos de la grey. (1 Pedro 5:13.)

Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor; mayormente los que trabajan en predicar y ense­ñar. (1 Timoteo 5:17.)

Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído. (Hechos 14:23.)

Y se reunieron tos apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. (Hechos 15:6.)

¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. (Santiago 5:1415.)

Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé. (Tito 1:5.)

Por motivo de las numerosas referencias que hay en el Nuevo Testamento con respecto al llamamiento de élder, parece innecesario, para nuestro propósito actual, examinar las del Antiguo Testamento. Todas éstas parecen concordar con el llamamiento y ministerio de un élder, tal como el Señor lo ha designado en su Iglesia en esta dispensación. Sin embargo, no hay nada en la Biblia que indique el número de élderes necesarios para formar un quórum, ni la manera en que debe organizarse.

El hecho de que en el Nuevo Testamento hay más abundantes explicaciones de los deberes y llamamientos del anciano indudablemente se debe a que en las iglesias de la actualidad sea más común el oficio de élder; y sin embargo, ¿quién puede decir que es más importante que el setenta o el sumo sacerdote, de quienes poco o nada se dice? Esto, por supuesto, es de esperarse cuando uno depende enteramente de la palabra escrita y rechaza el principio de la revelación continua.

Los obispos

El Señor también explicó al profeta José Smith el llamamiento y responsabilidad de un obispo:

El segundo sacerdocio es llamado el Sacerdocio de Aarón, porque se confirió a Aarón y a su descendencia por todas sus generaciones.

Se llama el sacerdocio menor porque es una dependencia del mayor, o sea el Sacerdocio de Melquisedec, y tiene el poder para administrar las ordenanzas exteriores.

El obispado es la presidencia de este sacerdocio, y posee las llaves o autoridad del mismo.

Ningún hombre tiene el derecho legal de ocupar este oficio, de poseer las llaves de este sacerdocio, a menos que sea un descendiente literal de Aarón.

Pero en vista de que un sumo sacerdote del Sacerdocio de Melquisedec tiene la autoridad para oficiar en todos los cargos menores, él puede desempeñar el oficio de obispo cuando no se pueda hallar a un descendiente literal de Aarón, siempre que sea llamado, apartado y ordenado a este poder por manos de la Presidencia del Sacerdocio de Melquisedec. (D. y C. 107:1317.)

Y también el deber del presidente del Sacerdocio de Aarón es presidir a cuarenta y ocho presbíteros, sentarse en concilio con ellos y enseñarles los deberes de su oficio, cual se indica en los convenios.

este presidente ha de ser un obispo, porque éste es uno de los deberes de este sacerdocio. (D. y C. 107:8788.)

Después de dar instrucciones concernientes a los deberes del Sacerdocio de Melquisedec y las bendiciones que la Iglesia recibe por medio de su administración, el Señor dice:

De manera que, el oficio de un obispo no es igual, porque el oficio de obispo consiste en administrar todas las cosas temporales;

Sin embargo, debe escogerse al obispo de entre los del Sumo Sacerdocio, a menos que sea un descendiente literal de Aarón;

pues a menos que sea un descendiente literal de Aarón, no puede poseer las llaves de ese sacerdocio.

Sin embargo, se puede apartar a un sumo sacerdote, es decir, según el orden de Melquisedec, para administrar las cosas temporales, las cuales conocerá por el Espíritu de verdad;

y también para ser juez en Israel, para tramitar los asuntos de la iglesia y sentarse a juzgar a los transgresores, según el testimonio que fuere presentado ante él de conformidad con las leyes, con la ayuda de sus consejeros que haya escogido o escogerá de entre los élderes de la iglesia.

Este será el deber de un obispo que no sea un descendiente literal de Aarón, pero al que se haya conferido el Sumo Sacerdo­cio según el orden de Melquisedec.

Así que, será un juez,, un juez común entre los habitantes de Sión, o en una estaca de Sión, o cualquier rama de la iglesia donde sea apartado para este ministerio, hasta que se ensanchen las fronteras de Sión, y se haga necesario tener otros obispos o jueces en Sión o en otras partes.

Y si son nombrados otros obispos, éstos han de obrar en el mismo oficio.(D. y C. 107:6875.)

Y al dar de tus bienes a los pobres, a mí lo harás; y se depositarán ante el obispo de mi iglesia y sus consejeros, dos de los élderes o sumos sacerdotes, a quienes él nombre o haya nombrado y apartado para ese propósito. (D. y C. 42:31.)

En las revelaciones modernas el Señor ha dicho más concerniente al llamamiento y deberes de un obispo, pero lo anterior parece ser suficiente para el propósito actual.

Vamos a considerar en seguida lo que la Biblia dice sobre este asunto:

Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas;

sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo;

redentor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a tos que contradicen. (Tito 1:79.)

Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.

Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;

no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;

que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad

(pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);

no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la conde­nación del diablo.

También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. (1 Timoteo 8:17.)

Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos tos santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos. (Filipenses 1:1.)

Como se verá por estas referencias, se dice mucho más de las cualidades que precisa tener el obispo que de la naturaleza de sus deberes y ministerio. Todo lo que dice en este respecto es que “pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. Pablo da a entender a Timoteo que el deber del obispo es “cuidar de la Iglesia de Dios”, pero no hallamos instrucciones precisas de lo que realmente significa esta exhortación.

Una vez más decimos, si tuviésemos que depender de la información contenida en la Biblia, sabríamos muy poco acerca de este importante oficio. Nos vemos compelidos a recurrir a la revelación moderna si deseamos estar bien informados con respecto al oficio del obispo.

El presbítero

Hemos indicado previamente que el llamamiento de presbítero es uno de los oficios del Sacerdocio Aarónico; que el obispo preside este sacerdocio, y que él mismo es presidente del quórum de presbíteros, el cual se compone de cuarenta y ocho miembros. (Véase D. y C. 107:15,87,88.)

El deber del presbítero es predicar, enseñar, exponer, exhortar, bautizar y bendecir la santa cena,

y visitar la casa de cada miembro, y exhortarlos a orar vocalmente, así como en secreto, y a cumplir con todos los deberes familiares.

Y también puede ordenar a otros presbíteros, maestros y diáconos.

Y ha de hacerse cargo de los servicios cuando no esté presente ningún élder

En todos estos deberes el presbítero debe ayudar al élder, si la ocasión lo requiere

Todo élder, presbítero, maestro y diácono será ordenado de acuerdo con los dones y llamamientos de Dios para él; y debe ser ordenado por el poder del Espíritu Santo que está en aquel que lo ordena. (D. y C. 20:4649, 52, 60.)

Y he aquí, los sumos sacerdotes deben viajar, y también los élderes y los presbíteros; mas los diáconos y tos maestros deben ser nombrados para velar por la iglesia y para sus ministros residentes. (D. y C. 84 :111.)

El Nuevo Testamento, que emplea el término sacerdote más bien que presbítero, casi nada dice de su llamamiento y deberes.

El padre de Juan el Bautista, Zacarías, era sacerdote de la suerte u orden de Aarón, y desempeñaba el oficio sacerdotal en el templo. (Véase Lucas 1:5-8.)

El profeta Miqueas hace referencia a la época en que los directores espirituales de la gente desviarían al pueblo del Señor, y entonces añade:

Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros. (Miqueas 3:11.)

Juan el Teólogo escribió de aquellos a quienes el Señor había limpiado de sus pecados con su sangre:

“Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 1:6.)

Tenemos que buscar en otro lugar que no sea la Biblia para enterarnos de los deberes del oficio del presbítero, como se administraba bajo la dirección de Cristo y sus Apóstoles.

Juan el Bautista obró bajo esta autoridad y enseñó a sus discípulos que uno más poderoso que él vendría para bautizarlos con fuego y con Espíritu Santo, ya que el Sacerdocio Aarónico no tenía la potestad para conferir el Espíritu Santo por la imposición de manos, como lo explicó a José Smith y Oliverio Cowdery cuando les apareció. (Véase José Smith—Historia 70.)

Parece que hay justificación para creer que Felipe también obró bajo esta misma autoridad al bautizar a la gente de Samaria, pero se hizo necesario que Pedro y Juan fuesen allá para conferir el Espíritu Santo por la imposición de las manos. (Véase Hechos 8:4-20.) La lectura de estas escrituras antiguas no aclara muy bien el asunto. Tenemos que recurrir a la revelación moderna para obtener esta explicación. Si la suposición anterior no es correcta, ¿cómo se explica el hecho de que Felipe predicó al Cristo entre la gente de Samaria y la bautizó, y sin embargo, no pudo conferirle el don del Espíritu Santo, antes tuvo que mandar llamar a Pedro y a Juan?

El maestro

Las revelaciones del Señor en estos postreros días realzan la importancia del oficio de maestro en la Iglesia. Obsérvese cómo se detallan sus responsabilidades, la organización de sus quórumes, los deberes de los miembros y con cuánto cuidado se establece su relación con los otros oficios del sacerdocio:

El deber del maestro es velar siempre por los miembros de la iglesia, y estar con ellos, y fortalecerlos;

y cuidar de que no haya iniquidad en la iglesia, ni aspereza entre uno y otro, ni mentiras, ni calumnias, ni mal decir;

y ver que los miembros de la iglesia se reúnan con frecuencia, y también ver que todos cumplan con sus deberes.

Y se hará cargo de las reuniones si está ausente el élder o presbítero,

y los diáconos lo ayudarán siempre en todos sus deberes en la iglesia, si la ocasión lo requiere.

Pero ni los maestros ni los diáconos tienen la autoridad para bautizar, bendecir la santa cena o imponer las manos;

deben, sin embargo, amonestar, exponer, exhortar, enseñar e invitar a todos a venir a Cristo.

Todo élder, presbítero, maestro y diácono será ordenado de acuerdo con los dones y llamamientos de Dios para él; y debe ser ordenado por el poder del Espíritu Santo que está en aquel que lo ordena. (D. y C. 20:5360.)

Y también el deber del presidente del oficio de los maestros es presidir a veinticuatro maestros, y sentarse en concilio con ellos, enseñándoles los deberes de su oficio, cual se indican en los convenios. (D. y C. 107:86.)

Y he aquí, los sumos sacerdotes deben viajar, y también los élderes y los presbíteros; mas los diáconos y los maestros deben ser nombrados para velar por la iglesia y para ser sus ministros residentes. (D. y C. 84:111.)

La siguiente referencia servirá para indicar cuán poca información nos da la Biblia con respecto al llamamiento del maestro (conocido como doctor en la Santa Biblia), aunque hay suficiente para indicar que era uno de los oficios que había en la Iglesia primitiva de Cristo:

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros.” (Efesios 4:11.)

Tampoco habríamos conocido los deberes y responsabilidades del maestro si hubiéramos tenido que depender de la Biblia únicamente.

El diácono

La naturaleza del llamamiento y las responsabilidades del diácono en igual manera se han dado a conocer por medio de las revelaciones del Señor en esta dispensación:

Y además, de cierto os digo, el deber de un presidente del oficio de diácono es presidir a doce diáconos, sentarse en concilio con ellos y enseñarles sus deberes, edificándose el uno al otro conforme a lo indicado en los convenios. (D. y C. 107:85.)

Y los diáconos lo ayudarán siempre en todos sus deberes [del maestro] en la iglesia, si la ocasión lo requiere.

Pero ni los maestros ni los diáconos tienen la autoridad para bautizar, bendecir la santa cena o imponer las manos;

deben, sin embargo, amonestar, exponer, exhortar, enseñar e invitar a todos a venir a Cristo.

Todo élder, presbítero, maestro y diácono será ordenado de acuerdo con los dones y llamamientos de Dios para él; y debe ser ordenado por el poder del Espíritu Santo que esta en aquel que lo ordena. (D. y C. 20:5760.)

Y además, los oficios de maestro y diácono son dependencias necesarias que pertenecen al sacerdocio menor, sacerdocio que se confirmó sobre Aarón y sus hijos. (D. y C. 84:30.)

Aun cuando en los siguientes pasajes de la Biblia se hace referencia al oficio del diácono, se halla muy poca información directa sobre este llamamiento del Sacerdocio Aarónico:

Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos. (Filipenses 1:1.)

Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas;

que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.

Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. (1 Timoteo 3:810.)

La información bíblica sobre las responsabilidades y funciones del diácono carece enteramente de detalles. Si no fuera por las escasas referencias que se hacen a este llamamiento, nada habríamos sabido de este oficio en la Iglesia si estuviéramos obligados a depender solamente de la Biblia para orientarnos. Las revelaciones del Señor al profeta José Smith indican inequívocamente su voluntad concerniente al diácono en la Iglesia.

Oficios adicionales en la Iglesia

Al paso que la Iglesia ha crecido y se ha desarrollado, y obrando mediante las llaves del sacerdocio y la inspiración del Señor, la Primera Presidencia de la Iglesia y el Quórum de los Doce Apóstoles han agregado los siguientes oficios que no hallamos mencionados en la Biblia:

(1) El Primer Quórum de los Setenta. Considerándose cuidadosamente el llamamiento y organización de los setenta, como ya se ha presentado en esta obra y como lo explicó el Señor en una revelación al profeta José Smith (véase D. y C. 107:93-97), queda indicado que debe haber siete presidentes para que presidan a todos los quórumes de setenta en la Iglesia, aun hasta que dichos quórumes lleguen al número de setenta veces siete, y que estos presidentes han de obrar bajo la dirección de los Doce Apóstoles. El Primer Quórum de los Setenta se organizó el 19 de enero de 1841, de acuerdo con una revelación del Señor dada al profeta José Smith, y siempre ha tenido siete presidentes desde este tiempo. (Véase D. y C. 124:138-139.)

En 1941, cinco hombres recibieron llamamientos para servir como ayudantes del Quórum de los Doce Apóstoles, prestando ayuda a los Doce en la administración de sus muchas responsabilidades. Para 1976, el número de ayudantes se había aumentado hasta veintiuno. Mientras tanto, también crecía el Primer Quórum de los Setenta, empezando con la Conferencia General de octubre de 1975, cuando tres hombres fueron llamados a formar parte de él.

En la Conferencia General de octubre de 1976, el presidente Spencer W. Kimball anunció que los ayudantes de los Doce pasarían a ser miembros del Primer Quórum de los Setenta, para proveer la unión de esfuerzos administrativos a nivel general que hacía falta en la Iglesia durante el período de crecimiento acelerado que experimentaba por todo el mundo. El explicó: “Con este paso, los tres quórumes gobernantes de la Iglesia que hemos recibido por revelación —la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce Apóstoles y el Primer Quórum de los Setenta— han sido ordenados de acuerdo con las revelaciones del Señor.” Siete hombres sirven como oficiales mayores, o sea, presidentes, del Primer Quórum de los Setenta.

(2) El Obispado Presidente. El Obispado Presidente se compone de tres sumos sacerdotes, escogidos, ordenados y autorizados como obispos para administrar los asuntos temporales de la Iglesia bajo la dirección de la Primera Presidencia.

Los derechos y el ejercicio de la autoridad del sacerdocio

Con esta gloriosa delegación de autoridad que es conferida a los oficiales que funcionan dentro del reino de Dios en estos postreros días, viene una responsabilidad muy grande en lo que respecta al comportamiento del que desempeña estas comisiones divinas. Si la persona que ocupa el oficio desea agradar a Dios y librarse de la condenación, debe forzosamente ejercer esta autoridad con justicia. El Señor comprendió esto y tomó en cuenta la tendencia humana de ejercer la autoridad injustamente si no se nos explica con cuidado el deber que tenemos de obrar según los requerimientos de su aprobación divina.

Considérense con cuidado las siguientes revelaciones de nuestro Padre Celestial, dadas por medio del profeta José Smith, cuando estableció las normas que deben regir el ejercicio de esta autoridad del sacerdocio. No hemos sabido de cosa alguna que se haya escrito sobre el tema del gobierno en una forma tan impresionante y tan inspiradora como la siguiente:

Porque quienes son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de tos cuates he hablado, y magnifican su llamamiento, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos.

Llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón y la descendencia de Abraham, y la iglesia y reino, y los elegidos de Dios.

Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor;

porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí;

y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre;

Y el que recibe a mi Padre ,recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado.

Y esto va de acuerdo con el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio.

Así que, todos los que reciben el sacerdocio reciben este juramento y convenio de mi Padre, que él no puede quebrantar, y que tampoco puede ser traspasado.

Pero el que violare este convenio, después de haberlo recibido, y lo abandonare totalmente, no recibirá el perdón de los pecados en este mundo ni en el venidero. (D. y C. 84:3341.)

Aprenda, pues, todo varón su deber, así como a obrar con toda diligencia en el oficio al cual fuere nombrado.

El que sea perezoso no será considerado digno de permanecer, y quien no aprenda su deber y no se presente aprobado, no será considerado digno de permanecer.. . (D. y C. 107:99100.)

He aquí, muchos son ¿os llamados, y pocos los escogidos. ¿ Y por qué no son escogidos?

Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única:

Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de justicia.

Es cierto que se nos pueden conferir; pero cuando intentamos encubrir nuestros pecados, o satisfacer nuestro orgullo, nuestra vana ambición, o ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia, he aquí, ¿os cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido, y cuando se aparta, se acabó el sacerdocio o autoridad de tal hombre.

He aquí, antes que se dé cuenta, queda abandonado a sí mismo para dar coces contra el aguijón, para perseguir a los santos y combatir contra Dios.

Hemos aprendido, por funesta experiencia, que la naturaleza y disposición de casi todos los hombres, en cuanto reciben un poco de autoridad, como ellos suponen, es comenzar inmediatamente a ejercer injusto dominio.

Por tanto, muchos son llamados, pero pocos son escogidos.

Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por la persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;

por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia;

reprendiendo en la ocasión con severidad, cuando lo induzca

el Espíritu Santo; y entonces demo8trando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo;

para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte.

Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se hará fuerte en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo.

El Espíritu Santo será tu compañero constante, y tu cetro, un cetro inmutable de justicia y de verdad; y tu dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás. (D. y C. 121:8446.)

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9.)

Se podrá buscar en todo el mundo, y no se hallará en la actualidad gente alguna a quien se pueda aplicar esta descripción sino a los Santos de los Ultimos Días; porque verdaderamente tienen un “real sacerdocio” en el que todo varón de la Iglesia, mayor de doce años y digno de ello, puede participar como portador del mismo y obrar para la edificación del reino de Dios en la tierra, manifestando de esta manera “las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

No se puede considerar este asunto sin tener la impresión de que las iglesias actuales del mundo están perdiendo mucho por no tener esta autoridad e información. Ni es posible que la reciban por medio de la Biblia. No debe causamos sorpresa el que no hay uniformidad de organización entre las iglesias de la época cuando el Señor ha restablecido su sacerdocio en la tierra por conducto de su profeta, José Smith.

Aun cuando la Biblia claramente indica la mayor parte de los oficios que ha de haber en la Iglesia de Cristo, no explica sus deberes correspondientes. Este conocimiento tuvo que venir por medio de las revelaciones del Señor en esta dispensación.

Ayudas y administración en la Iglesia

Es evidente que en la Iglesia que Jesús organizó, mientras estuvo en la tierra, no sólo estableció el Sacerdocio de Aarón y el de Melquisedec, con sus varios oficiales y miembros, como previamente hemos dicho, sino también puso en la Iglesia “ayudas” y “gobernaciones”, según lo indica el apóstol Pablo, aunque las Escrituras no indican qué eran estas “ayudas” y “gobernaciones”:

Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. (1 Corintios 12:28.)

Consideremos brevemente los que “ayudan” y “administran” que el Señor ha puesto en su Iglesia en esta dispensación. Se podrían escribir, y se han escrito muchos libros para explicar la naturaleza de estas “ayudas” y lo que han realizado. Sin embargo, bastará a nuestro propósito solamente hacer mención de ellas.

Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días están organizados en unidades geográficas llamadas estacas y misiones. Cada estaca es presidida por tres sumos sacerdotes, y tiene entre 2.500 y 5.000 miembros. Las estacas están divididas en barrios (o congregaciones) que consisten por lo general de 300 a 500 miembros. Preside en ellos un obispo con dos consejeros. Congregaciones más pequeñas dentro de una estaca se llaman ramas.

Las misiones también son presididas por un presidente y dos consejeros. Casi siempre, las misiones abarcan un área geográfica más grande que las estacas. Se componen de distritos (similares en su organización a las estacas) y ramas (similares a los barrios). Cuando hay bastantes miembros en la misión, se forma una nueva estaca. Hoy día hay estacas y misiones en casi todas partes del mundo.

Se crean nuevas estacas casi cada semana, o dividen estacas ya existentes o forman nuevas estacas de ramas en las misiones. Se organizan unas cuantas misiones nuevas al año también.

La correlación del sacerdocio, los Representantes Regionales y las mesas directivas

De acuerdo con un programa extensivo de correlación del sacerdocio que se inició en el decenio de 1960, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce dieron principio a cuatro programas para la operación del sacerdocio. Estos programas correlacionados entregaron al sacerdocio la responsabilidad directa de la orientación familiar, la obra misional, la obra genealógica y del templo, y el plan de bienestar.

Para hacer funcionar estos programas, igual que el trabajo de las organizaciones auxiliares, todas las estacas de la Iglesia se han organizado en grupos llamados regiones. Es por medio de estas regiones que la Iglesia da orientación y capacitación a los líderes de estaca y barrio. Se verifica una reunión regional una vez al año en cada región. Se invita a los líderes locales a que asistan y reciban instrucción sobre la operación de los programas del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares.

Se nombran a Representantes Regionales de los Doce para servir en las diferentes regiones, para proporcionar ayuda a las Autoridades Generales en la dirección de los programas de la Iglesia. Estos hermanos representan a las Autoridades Generales y sirven en la Iglesia sin remuneración, tal como lo hacen los presidentes de estaca, ofreciendo todo el tiempo disponible que tienen para trabajar en la Iglesia.

A la cabeza de cada una de las organizaciones auxiliares de la Iglesia hay una mesa directiva que obra bajo la dirección de la Primera Presidencia de la Iglesia y del Quórum de los Doce Apóstoles. Sus deberes y responsabilidades consisten en preparar un programa de actividades y cursos de estudio, que entonces dan a las estacas y misiones, barrios y ramas.

La organización de la estaca (y de la misión)

La organización de la estaca se compone de lo siguiente: Una presidencia de tres sumos sacerdotes; un sumo consejo de doce sumos sacerdotes; a menudo uno o más miembros suplentes del sumo consejo; un secretario de estaca y uno o más secretarios ayudantes; un secretario ejecutivo del sacerdocio de la estaca; un quórum de sumos sacerdotes cuya presidencia viene a ser la presidencia de la estaca; un quórum de los setenta; quórumes de élderes en cada barrio; misioneros de estaca llamados a enseñar el evangelio a los no miembros que viven dentro de la jurisdicción de la estaca; comités para correlacionar la orientación familiar, la genealogía, la obra misional, el plan de bienestar y la música; las actividades de los Jóvenes Adultos (personas solteras de 18 a 25 años de edad) y el grupo de Miras Especiales (personas mayores de 25 años solteras, viudas o divorciadas); las actividades del Sacerdocio Aarónico (varones de 12 a 18 años) y las Mujeres Jóvenes (de 12 a 18 años); y presidencias, secretarios, y mesas directivas de la Sociedad de Socorro, Escuela Dominical y la Asociación Primaria en los barrios y ramas de la estaca.

Los distritos de la misión están organizados de una manera semejante, aunque a veces no hay tantas personas para formar las mesas directivas y los comités.

La organización del barrio (y de la rama)

Esta organización es la unidad que se relaciona directamente con los miembros de la Iglesia que residen dentro de los limites del barrio. (El significado de “barrio” —el de una sección o distrito en que se dividen las poblaciones— se aplica por extensión al conjunto de miembros que viven dentro de los límites geográficos de cierta sección de la ciudad.) Lo presiden un obispo y dos consejeros, a quienes ayudan uno o varios secretarios. El obispado dirige la obra de los, quórumes del Sacerdocio Aarónico, procura que estén completamente organizados todos los quórumes y organizaciones auxiliares y ve que todos los miembros tengan la oportunidad de trabajar en la posición que mejor puedan desempeñar, de acuerdo con sus dones y talentos especiales. El obispado del barrio tiene la responsabilidad del edificio, el terreno y todo asunto temporal, incluso el cuidado de los pobres y necesitados.

Las organizaciones del barrio y las auxiliares siguen casi el mismo modelo que las de la estaca, salvo que en lugar de mesas directivas, las organizaciones auxiliares de los barrios tienen maestros que dirigen las clases semanales. Por lo regular un barrio necesita aproximadamente ochenta y cinco maestros para las organizaciones auxiliares además de las presidencias y superintendencias, maestros orientadores y las maestras visitantes de la Sociedad de Socorro. Estos últimos dos grupos visitan las casas de los miembros por lo menos una vez al mes.

Las ramas en las misiones y estacas están organizadas en forma parecida a los barrios, y preside en cada una de ellas un presidente con dos consejeros. Según el tamaño de la rama, o puede haber sólo unos pocos oficiales y maestros, cada uno desempeñando varias responsabilidades, o puede haber tanta organización como en un barrio.

Como se puede ver, se necesitan cientos de personas para ocupar los puestos que existen en un barrio o estaca, incluyéndose los oficiales presidentes, secretarios, maestros, comités de actividades, maestros orientadores del sacerdocio, maestras visitantes de la Sociedad de Socorro que visitan los hogares, y los encargados de la música, de la biblioteca, y de la manutención del edificio. Se ha calculado que casi el 40% de la población total de la Iglesia tiene oportunidad de crecer y de recibir bendiciones por servir al prójimo. Ninguno de ellos recibe remuneración por los servicios que presta.

Oportunidad y trabajo para todos

En vista de que el Señor, como lo explica el apóstol Pablo, estableció la organización de su Iglesia “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12), es difícil entender de qué manera se podría realizar mejor este objeto, que por medio de una organización perfecta como la que El ha mandado que se instituya en su Iglesia en esta dispensación. Tal organización también proporciona a cada miembro de la Iglesia la oportunidad de dedicar su talento a la edificación del reino de Dios sobre la tierra. ¿Por qué no debe disfrutar de este privilegio todo hombre que ama al Señor? ¿De qué otra manera puede uno tan eficazmente desarrollar o aumentar su habilidad? Recordemos la parábola de Jesús acerca del hombre que yéndose a un país lejano, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. (Véase Mateo 25:14-30.) Es claro, pues, que la organización de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días estaría incompleta si no ofreciera a todos sus miembros la oportunidad para desarrollar su aptitud por medio del servicio que se les pide y se les permite rendir.

¿Hay alguna otra organización en todo el mundo que se le puede comparar? ¡Es imposible que sea obra de los hombres: debe ser de Dios!

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2 respuestas a Una obra maravillosa y un prodigio

  1. José Augusto Mijangos Flores dijo:

    Un gran libro q nos complementa nuestro conocimiento sobre las Santas Escrituras,la Biblia y el Libro del Buen Mormón,aclara y completa y permite tener un conocido más perfecto de la palabra del Señor ,un bello libro

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  2. Si estaba seguro q la función de los Elderes y Misioneras es importante ,al leer este capítulo reafirma más mi Fe en la Iglesia y confirma q la base se su desarrollo no solo en Estados Unidos o México,se ha incrementado en el mundo sirviendo con humildad y sacrificio llevando la palabra del Señor q tan básica es su labor una Felicitación a cada Elder o Misionera q deja su familia para servir a Nuestro Señor Jesucristo y al hacerlo nos acerca a Nuestro Padre Eterno porque el camino hacia Él es seguir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo es el camino a la verdadera Fe y Amor a Él,su Padre Eterno ,el Espíritu Santo y nuestro prójimo

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