Amonestaciones Proféticas Inspiras

Octava Amonestación:
Si la gente escoge la iniquidad, los juicios de Dios vendrán sobre ellos

Amonestación del Rey Mosíah: Sí la voz de la gente escoge la iniquidad, Dios los visitará con gran destrucción (Mosíah 29:26-27)

 El Rey Mosíah, un líder justo de los Nefitas en la tierra de Zarahemla, alcanzó el fin de su largo reinado en el año 91 D.C. Guió a su pueblo en justicia, tal como lo hizo su padre, el Rey Benjamín. En su sabiduría, Mosíah reconoció el peligro de continuar su forma de gobierno actual y del real peligro de un reino injusto guiando al pueblo en injusticia. Quería que su pueblo continuara disfrutando de los benefi­cios de libertad y paz y expresó su deseo ferviente a su pueblo:

Deseo que esta tierra sea una tierra de libertad, y que todo hombre goce igualmente de sus derechos y privilegios, en tanto que el Señor juzgue conveniente que habitemos y heredemos la tierra, . . ?

Propuso una forma de gobierno democrático, en el cual el pueblo pudiera regirse por jueces quienes serían electos:

Nombremos jueces para que juzguen a este pueblo según nuestra ley; y arreglaremos de otra manera los asuntos de este pueblo, pues nombraremos hombres sabios como jueces, quienes juzgarán a este pueblo según los mandamientos de Dios.

Su plan tenía un sistema que podía limitar el poder y así controlar a los jueces que regirían. Si fuese necesario, los jueces superiores revi­sarían las decisiones de los jueces menores, mientras un grupo de jueces menores tendrían el poder para evaluar la conducta de los jueces supe­riores.

Mosíah instruyó a su pueblo para elegir a jueces rectos quienes re­girían leyes correctas. Expresó su confianza en que la mayoría del pueblo escogería lo correcto, aunque una miñona podría terminar sien­do deshonesta. Una amonestación profética le siguió a su opinión, si la mayoría del pueblo escogiese la maldad, entonces vendría el tiempo en que Dios los visitaría con juicios y destrucción:

Ahora bien, no es cosa común que la voz del pueblo desee algo que sea contrario a lo que es justo; pero sí es común que la parte menor del pueblo desee lo que no es justo; por tanto, esto observaréis y tendréis por ley: Trataréis vuestros asuntos según la voz del pueblo.

Y si llega la ocasión en que la voz del pueblo escoge la iniquidad, entonces es cuando los juicios de Dios descenderán sobre vosotros; sí, entonces es cuando él os visitará con gran destrucción, sí, como hasta aquí la ha mandado sobre esta tierra.

Así el Rey Mosíah estableció un principio que ha sido probado veraz a través de toda la historia del Libro de Mormón; y el cual es verdadero hoy en día: Si la mayoría de la población de una nación escoge la in­justicia, pronto esa nación será destruida a causa de su iniquidad.

Amonestación de Amulek: Sí los justos son desechados, la destrucción vendrá por hambre, pestilencia y por la espada (Alma 10:22-23)

Diez años más tarde, Amulek, mientras realizaba sus tareas misiona­les, citó la amonestación profética del Rey Mosíah como una reprimenda a los abogados inicuos quienes trataban de engañarlo:

¡Oh generación malvada y perversa, vosotros, abogados e hipó­critas, puesto que estáis poniendo los cimientos del diablo!; porque estáis armando asechanzas y trampas para enredar a los santos de ios.

Estáis tramando planes para pervertir las sendas de los justos y traer la ira de Dios sobre vuestras cabezas, hasta destruir por completo a este pueblo.

Sí, bien dijo Mosíah, nuestro último rey, cuando estaba para entre­gar el reino —no teniendo a quien dejarlo y mandando que este pueblo se gobernara por su propia voz— sí, bien dijo él que si llegaba el día en que la voz de este pueblo escogiera la iniquidad, es decir, si llega­ba la ocasión en que los de este pueblo cayeran en trasgresión, se hallarían prestos para ser destruidos.

Y ahora os digo que el Señor bien juzga vuestras iniquidades; bien proclama a este pueblo por la voz de sus ángeles: Arrepentios, arre­pentios, porque el reino de los cielos está cerca.

Sí, bien anuncia por la voz de sus ángeles: Descenderé entre mi pueblo con equidad y justicia en mis manos.

Enseñó que cuando la maldad prevalece en la tierra, las oraciones de los habitantes que permanecen justos pueden detener esta eminente des­trucción. Pero si los habitantes justos son desechados, entonces el Señor no permanece más en la tierra. Esta es su amonestación profética:

Sí, y os digo que si no fuera por las oraciones de los justos que ac­tualmente hay en la tierra, ahora mismo seríais visitados con una destrucción completa; sin embargo, no sería por un diluvio, como sucedió con la gente en los días de Noé, sino sería por el hambre, por pestilencia y por la espada.

Mas es por las oraciones de los justos que sois preservados; ahora pues, si desecháis a los justos de entre vosotros, entonces el Señor no detendrá su mano, sino que en su furiosa ira vendrá contra vosotros; entonces seréis afligidos por el hambre, por pestilencia, y por la espada; y el tiempo pronto viene, a menos que os arrepintáis.

Justo cuando las combinaciones secretas se congregaron y abusaron del profeta Nefi, quien los reprimió,  la inicua audiencia de Amulek le acusó de hablar en contra de sus leyes y de los hombres que habían escogido como sus líderes. Sin embargo, Amulek se opuso a sus quejas y protestas, demostrándoles que no había hablado en con­tra de sus leyes. Les recordó diciendo: «he hablado a favor de vuestra ley, para vuestra condenación.» Y después les advirtió de lo que pasaría cuando la mayoría del pueblo escogiera líderes injustos:

Y he aquí, os digo que la iniquidad de vuestros abogados y vuestros jueces está empezando a establecer el fundamento de la destrucción de este pueblo.

Amonestación de Samuel: Cuando desechen a los justos, se hallarán prestos para ser destruidos (Helamán 13:12-14)

El concepto de que aún la minoría justa de habitantes de una ciudad o nación puede salvarla de la destrucción, ocurre varias veces en las es­crituras antiguas, y parece ser un principio aplicable a todo tiempo y lugar. Su corolario, de que esa destrucción es inminente cuando los jus­tos son expulsados, también se encuentra en estos pasajes.

Por ejemplo, Samuel el Lamanita declaró ambos conceptos cuando habló de la inminente destrucción de Zarahemla:

Sí, ¡ay de esta gran ciudad de Zarahemla, porque he aquí, es por causa de los que son justos que se ha salvado! Sí, ¡ay de esta gran ciu­dad, porque yo percibo, dice el Señor, que hay muchos, sí, la mayor parte de los de esta gran ciudad, que endurecerán su corazón contra mí, dice el Señor!

Pero benditos son los que se arrepientan, porque a ellos los salvaré. Pues he aquí, si no fuera por los justos que hay en esta gran ciudad, he aquí, yo liaría que descendiera fuego del cielo y la destruyera.

Mas he aquí, es por el bien de los justos que es perdonada. Pero he aquí, viene el tiempo, dice el Señor, que cuando echéis a los justos de entre vosotros, entonces os hallaréis maduros para la destrucción. ¡Sí, ay de esta gran ciudad por motivo de la iniquidad y abominaciones que hay en ella!

Samuel el Lamanita advirtió a los Nefitas inicuos de que sus tierras estaban ya maldecida porque habían desechado a los profetas y estaban prestos a aceptar las palabras de los hombres de maldad quienes les hablaron palabras lisonjeras:

Sí, ¡ay de este pueblo, a causa de este tiempo que ha llegado en que echáis fuera a los profetas, y os burláis de ellos, y les arrojáis piedras, y los matáis, y les hacéis toda suerte de iniquidades, así como lo hacían los de la antigüedad!

Y ahora bien, cuando habláis, decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres de la antigüedad, no habríamos muerto a los profetas; no los hubiéramos apedreado ni echado fuera.

He aquí, sois peores que ellos; porque así como vive el Señor, si viene un profeta entre vosotros y os declara la palabra del Señor, la cual testifica de vuestros pecados e iniquidades, os irritáis con él, y lo echáis fuera y buscáis toda clase de maneras para destruirlo; sí, decís que es un profeta falso, que es un pecador y que es del diablo, porque testifica que vuestras obras son malas.

Mas he aquí, si un hombre llegare entre vosotros y dijere: Haced esto, y no hay mal; haced aquello, y no padeceréis —sí, dirá: Andad según el orgullo de vuestros propios corazones; sí, id en pos del orgu­llo de vuestros ojos, y haced cuanto vuestro corazón desee—; y si un hombre viniere entre vosotros y dijere esto, lo recibiréis y diréis que es profeta.

Sí, lo engrandeceréis y le daréis de vuestros bienes; le daréis de vue­stro oro y de vuestra plata, y lo cubriréis con vestidos suntuosos; y porque os habla palabras lisonjeras y dice que todo está bien, no halláis falta alguna en él.

¡Oh generación inicua y perversa; pueblo empedernido y duro de cerviz! ¿Cuánto tiempo suponéis que el Señor os va a tolerar?

Sí, ¿hasta cuándo os dejaréis llevar por guías insensatos y ciegos? Sí, ¿hasta cuándo preferiréis las tinieblas a la luz?

Sí, he aquí, la ira del Señor ya está encendida contra vosotros; he aquí, él ha maldecido la tierra por motivo de vuestra iniquidad.

Y he aquí, se acerca la hora en que maldecirá vuestras riquezas, de modo que se volverán deleznables, al grado que no las podréis con­servar; y en los días de vuestra pobreza no las podréis retener.

Y en los días de vuestra pobreza, clamaréis al Señor; y clamaréis envano, porque vuestra desolación ya está sobre vosotros, y vuestra des­trucción está asegurada; y entonces lloraréis y gemiréis en ese día, dice el Señor de los Ejércitos; . . .

Amonestación de Nefi: La destrucción viene a aquellos quienes matan a los profetas y a los Santos (2 Nefí 26:3-8)

Cinco y medio siglos antes, el profeta Nefi había predicho de la des­tracción que ocurriría a la muerte del Salvador. En su profecía claramente anticipó del rechazo de los profetas y los Santos, y de sus muertes, que sería la razón de que el pueblo cosechare la ira de Dios:

Y después que el Mesías haya venido, se darán a mi pueblo señales de su nacimiento, y también de su muerte y resurrección; y grande y terrible será aquel día para los malvados, porque perecerán; y perecen porque rechazan a los profetas y a los santos, y los apedrean y los matan; por lo que el clamor de la sangre de los santos ascenderá desde la tierra hasta Dios en contra de ellos.

Por tanto, el día que viene abrasará a todos los soberbios y a los que obran inicuamente, dice el Señor de los Ejércitos, porque serán como rastrojo.

Y a los que matan a los profetas y a los santos, las profundidades de la tierra los tragarán, dice el Señor de los Ejércitos; y montañas los cubrirán, y torbellinos los arrebatarán, y edificios caerán sobre ellos y los desmenuzarán y reducirán a polvo.

Y serán visitados con truenos, y relámpagos, y terremotos, y con toda clase de destrucciones; porque el fuego de la ira del Señor se en­ cenderá contra ellos, y serán como rastrojo, y el día que viene los consumirá, dice el Señor de los Ejércitos.

¡Oh, el dolor y la angustia de mi alma por la pérdida de los de mi pueblo que serán muertos! Porque yo, Nefi, lo he visto, y casi me con­sume ante la presencia del Señor; pero tengo que clamar a mi Dios: ¡Tus vías son justas!

Pero he aquí, los justos que escuchan las palabras de los profetas y no los destruyen, sino que esperan anhelosamente y con firmeza en Cristo, aguardando las señales que son declaradas, a pesar de todas las persecuciones, he aquí, son ellos los que no perecerán.

Las escrituras mencionan del cumplimiento de su profecía, y regis­tran la declaración del Salvador que la expulsión de los justos fue la razón específica por la cual las ciudades de Laman, Josh, Gad, y Kishkumen fueron consumidas por fuego a la hora de su muerte:

Y he aquí, he hecho que sean quemadas con fuego la ciudad de Laman, y la ciudad de Josh, y la ciudad de Gad, y la ciudad de Kishkumen, y los habitantes de ellas, por sus maldades al echar fuera a los profetas y apedrear a los que envié para declararles concerniente a sus iniquidades y sus abominaciones.

Y por haberlos expulsado a todos, de modo que no había justos entre ellos, envié fuego y los destruí, para que sus maldades y sus abominaciones quedaran ocultas de ante mi faz, a fin de que la sangre de los profetas y de los santos que envié entre ellos no clamara a mí desde la tierra en contra de ellos.

Y he hecho que vengan muchas grandes destrucciones sobre esta tierra, y sobre este pueblo, a causa de su iniquidad y sus abominaciones.

Amonestacion de Nefi: La destrucción inmediata viene a la gente sí escoge las tinieblas (2 Nefí 26:10-11)

Nefi también profetiza de la destrucción final de la civilización Ne-fita, y establece el principio eterno de que la rápida destrucción vendrá sobre la gente si se rinden ante la maldad y escogen obras de tinieblas en lugar de la luz, porque es el tiempo en que el Espíritu cesa de luchar con el hombre. Su profecía comienza con la aparición del Salvador a los Nefitas siguiéndole su resurrección:

Mas el Hijo de Justicia se les aparecerá; y él los sanará, y tendrán paz con él hasta que hayan transcurrido tres generaciones, y muchos de la cuarta generación hayan fallecido en rectitud.

Y cuando estas cosas hayan transcurrido, sobrevendrá a mi pueblo una presta destrucción; porque a pesar del dolor de mi alma, yo la he visto; por tanto, sé que acontecerá; y ellos se venden por nada; porque como recompensa de su orgullo y su necedad, segarán destrucción; porque se entregan al diablo, y escogen las obras de tinieblas más bien que la luz; por tanto, tendrán que bajar al infierno.

Porque el Espíritu del Señor no siempre luchará con el hombre. Y cuando el Espíritu cesa de luchar con el hombre, entonces viene una presta destrucción, y esto contrista mi alma.

La historia de los Jareditas: Hambre vendrá porque los profetas fueron desechados (Éter 9:28-30)

Muchos siglos antes de la época de Cristo, los Jareditas sufrían una destructiva hambruna porque habían desechado a los profetas. La nación comenzó a regresar a la iniquidad, adoptando los planes diabóli­cos de las combinaciones secretas:

Y de nuevo llegaron profetas a la tierra, proclamándoles el arrepen­ timiento, sí, que debían preparar el camino del Señor, o caería una maldición sobre la faz de la tierra; sí, que habría un hambre muy grande, en la que serían destruidos si no se arrepentían.

Pero el pueblo no creyó en las palabras de los profetas, sino que los echaron fuera; y arrojaron a algunos en fosos y los dejaron para que muriesen.

Y aconteció que hicieron todas estas cosas según el mandato del rey

Y ocurrió que empezó a haber una gran escasez en la tierra, y los habitantes empezaron a ser destruidos con suma rapidez por razón de la escasez, pues no había lluvia sobre la faz de la tierra.

Su sufrimiento continuó hasta que el pueblo se arrepintió y humilló:

… cuando los del pueblo vieron que iban a morir, empezaron a arre­pentirse de sus iniquidades, y a clamar al Señor.

Y aconteció que cuando se hubieron humillado suficientemente ante el Señor, él envió la lluvia sobre la faz de la tierra; y el pueblo comenzó a revivir, y empezó a haber frutos en las tierras del norte, y en todas las tierras circunvecinas. Y les mostró el Señor su poder para li­brarlos del hambre.

La historia Jaredíta: Guerras, hambre y pestilencias cuando los profetas son asesinados (Éter 11:1-7,12-13)

Varias generaciones antes de que la hambruna mencionada fuera gradualmente disminuyendo, muchos profetas fueron enviados por el Señor para advertir a los Jareditas que una destrucción definitiva en­frentaba su civilización debido a su gran iniquidad.

Mataron algunos profetas, lo cual trajo como consecuencia hambre y pestilencia sobre ellos, y causó que otros profetas terminaran sus obras entre ellos:

  • Y también en los días de Com vinieron muchos profetas, y profeti­zaron de la destrucción de aquel gran pueblo, a menos que se arrepintieran, se volvieran al Señor, y abandonaran sus asesinatos e ini
  • Y sucedió que el pueblo rechazó a los profetas, y huyeron a Compara que los protegiera, pues el pueblo quería destruirlos.
  • Y le profetizaron a Com muchas cosas; y fue bendecido todo el resto de sus días.
  • Y vivió hasta una edad muy avanzada, y engendró a Shiblom; y Shiblom reinó en su lugar. Y el hermano de Shiblom se rebeló en con­tra de él, y empezó a haber una guerra sumamente grande por toda la
  • Y sucedió que el hermano de Shiblom hizo que mataran a todos los profetas que profetizaban de la destrucción del pueblo;

y hubo una gran calamidad en toda la tiara, porque habían testifi­cado que vendría una maldición muy grande sobre esa tierra, y también sobre el pueblo; y que habría una inmensa destrucción entre ellos, como jamás había habido sobre la faz de la tierra, y sus huesos serían como montones de tierra sobre la faz del país, a menos que se arrepintiesen de sus iniquidades.

  • no escucharon la voz del Señor por razón de sus inicuas combi­naciones; por tanto, empezó a haber guerras y contiendas en toda la tierra, y también muchas hambres y pestilencias, al grado que hubo una gran destrucción como nunca se había conocido sobre la superfi­cie de la tierra; y todo esto aconteció en los días de Shiblom . . .
  • sucedió que en los días de Etem llegaron muchos profetas, y pro­fetizaron de nuevo al pueblo; sí, profetizaron que el Señor los destruiría completamente de sobre la faz de la tierra, a menos que se arrepin­ tieran de sus iniquidades.
  • acaeció que el pueblo endureció su corazón, y no quiso hacer caso de sus palabras; y los profetas se lamentaron y se retiraron de entre el

Mientras la gente inicua apresuraba su propia destrucción al desechar a los justos, descubrieron que el Señor puede guiar a sus seguidores a que dejen de obrar entre ellos, dejándolos sin la influencia inspiradora de los Santos. Por ejemplo, en la época de Mormón,

Pero prevaleció la maldad sobre la faz de toda la tierra, de manera que el Señor retiró a sus amados discípulos, y cesó la obra de milagros y sanidades debido a la iniquidad del pueblo.

Y no hubo dones del Señor, y el Espíritu Santo no descendió sobre ninguno, por causa de su iniquidad e incredulidad.

Tal es el resultado cuando los Santos son recogidos de entre los ini­cuos en anticipación a los grandes juicios que procederán —no habrá la influencia inspiradora para recoger y proteger al inicuo quien per­manecerá.

El mensaje de las escrituras es claro: Por medio de Dios, la destruc­ción viene rápidamente sobre un pueblo o nación si rechazan y matan a los profetas y los del pueblo del Señor.

La historia Nefita: Leyes corruptas y líderes políticos traen destrucción (Helamán 5:2-3)

Nefi registra otro principio sobre el cual depende el bienestar- de una nación: Si la mayoría de un pueblo escoge ser gobernado por maldad y leyes corruptas, esa nación se estará presta para la destracción.

Estableció un corolario a este principio: Si la gente rehúsa ser go­bernada por la ley o la justicia, su destrucción está cerca.

Porque como la voz del pueblo establecía sus leyes y sus gobiernos, y los que escogieron lo malo eran más numerosos que los que eligieron lo bueno, estaban, por tanto, madurando para la destrucción, porque se habían corrompido las leyes.

Sí, y no sólo esto; eran un pueblo de dura cerviz, a tal grado que no podían ser gobernados por la ley ni por la justicia, sino para su des­trucción.

El pueblo en la época de Nefi, y solo tres décadas antes del nacimiento del Salvador, permitió que sus leyes se corrompieran. En­contraron que la corrupción del gobierno era una señal de su iniquidad general, que la iglesia había decaído en medio de ella, que no serían preservados por el Espíritu del Señor y que los juicios y destrucción parecían eminentes:

y que habían alterado y hollado con los pies las leyes de Mosíah, o sea, aquello que el Señor le mandó que diera al pueblo; y vieron que se habían corrompido sus leyes, y que ellos se habían vuelto un pueblo inicuo, a tal grado que eran inicuos a semejanza de los lamanitas.

Y por motivo de su iniquidad, la iglesia había empezado a decaer, y comenzaron a dejar de creer en el espíritu de profecía y en el espíritu de revelación; y los juicios de Dios se cernían sobre ellos.

Y vieron que se habían vuelto débiles como sus hermanos los lamanitas, y que el Espíritu del Señor no los preservaba más; sí, se había apartado de ellos, porque el Espíritu del Señor no habita en tem­plos inmundos; por lo tanto, el Señor cesó de preservarlos por su milagroso e in­comparable poder, porque habían caído en un estado de incredulidad y terrible iniquidad; y vieron que los lamanitas eran sumamente más nu­merosos que ellos, y que a menos que se allegaran al Señor su Dios, tendrían que perecer inevitablemente.

Nefi vio que cuando los hombres inspirados del cielo vinieron testi­ficando valerosamente de los pecados del pueblo, estos hombres fueron tomados presos, «los jueces prendieron y ejecutaron secreta­mente.»  Cuando estos jueces corruptos fueron llevados a juicio, el líder judicial del país creó un convenio secreto para protegerlos, «Y de­safiaron la ley y los derechos de su patria; e hicieron convenio uno con otro de destruir al gobernador y de establecer un rey sobre la tierra, a fin de que ya no fuese libré» y:

se hizo todo esto, y aún no había guerras entre ellos; y toda esta ini­quidad había venido sobre el pueblo porque se había entregado al poder de Satanás.

Y fueron destruidos los reglamentos del gobierno, debido a las com­binaciones secretas de los amigos y parientes de aquellos que habían asesinado a los profetas.

El problema de corrupción del gobierno había existido entre los Ne-fitas una generación anterior. En esa época anterior, un justo anunció su descontento acerca del líder de su nación: «Moroni se irritó contra el go­bierno a causa de su indiferencia en lo concerniente a la libertad de su país.»  Retó al gobierno, diciéndole «y es por motivo de vuestra ini­quidad que hemos sufrido tantas pérdidas.»

Y Moroni advirtió que el Señor no permitiría que un gobierno co­rrupto destruyese a gente justa pero inspiraría al pueblo a levantarse:

Pues he aquí, el Señor no consentirá que viváis y aumentéis en vuestras iniquidades para destruir a su justo pueblo.

He aquí, ¿podéis suponer que el Señor os preservará a vosotros y vendrá a juicio contra los lamanitas, cuando han sido las tradiciones de sus padres lo que ha provocado su odio, sí, y lo han intensificado aque­llos disidentes que se han separado de nosotros, mientras que vuestra iniquidad proviene de vuestro amor por la gloria y las vanidades del mundo?

Sabéis que transgredís las leyes de Dios, y sabéis que las holláis con vuestros pies. He aquí, el Señor me dice: Si los que habéis nombrado gobernadores no se arrepienten de sus pecados e iniquidades, iréis a la batalla contra ellos.

El Señor resumió con esta moderna revelación acerca del peligro de los líderes corruptos y cómo pueden ser evadidos:

Sin embargo, cuando los inicuos gobiernan, el pueblo se lamenta.

Por tanto, debe buscarse diligentemente a hombres honrados y sabios, y a hombres buenos y sabios debéis esforzaros por apoyar; de lo contrario, lo que sea menos que esto del mal procede.

Amonestación de Nefi: Sí la gente olvida a Dios debido a sus riquezas, el los castigará con terror, hambre y pestilencia (Helamán 12:2-3)

En ninguna área de la conducta humana es más aparente el resulta­do de escoger la maldad por la elección deliberada de riquezas temporales sobre el servicio de Dios. Nefi advirtió que cuando la gente quien ha sido bendecida por Dios endurece sus corazones, es debido a su prosperidad:

. . . podemos ver que es precisamente en la ocasión en que hace prosperar a su pueblo, sí, en el aumento de sus campos, sus hatos y sus rebaños, y en oro, en plata y en toda clase de objetos preciosos de todo género y arte; preservando sus vidas y librándolos de las manos de sus enemigos; ablandando el corazón de sus enemigos para que no les de­claren guerras; sí, y en una palabra, haciendo todas las cosas para el bienestar y felicidad de su pueblo; sí, entonces es la ocasión en que en­durecen sus corazones, y se olvidan del Señor su Dios, y huellan con los pies al Santo; sí, y esto a causa de su comodidad y su extrema prosperidad.

Y así vemos que excepto que el Señor castigue a su pueblo con muchas aflicciones, sí, a menos que lo visite con muerte y con terror, y con hambre y con toda clase de pestilencias, no se acuerda de él.

Y se puede ver claramente que los profetas del Libro de Mormón ad­vierten del juicio que ha de venir sobre una nación si su gente escoge la iniquidad y se entrega a las tentaciones de Satanás. El profeta Lehi dice:

Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables como él.


Resumen

  1. Los profetas del Libro de Mormón han advertido que si la gente de una nación deliberadamente escoge la iniquidad en lugar de la justicia, entonces se hallarán prestos para la destrucción, y los juicios de Dios vendrán sobre ellos.
  2. El Rey Mosíah observó que no es común que la mayoría de un pueblo escoja injusticia; aunque la minoría comunmente escoge injusti­ Los juicios vendrán cuando la minoría inicua crezca y comience ser mayoría.
  3. Las amonestaciones proféticas e históricas relacionadas al peligro de la gente que escoge la maldad y/o desecha a los justos fueron dadas por:
  • El Rey Mosíah (Mosíah 29:26-27)
  • Amulek (Alma 10:22-23)
  • Samuel el Lamanita (Helamán 13:12-14)
  • Nefi (2 Nefi 26:3-8)
  • Nefi (2 Nefi 26:10-11)
  • La historia de los Jareditas (Éter 9:28-30)
  • La historia de los Jareditas (Éter 11:1-7,12-13)
  • Nefi (Helamán 12:2-3)
  1. Las oraciones de los justos pueden salvar a un pueblo de ser «vi­sitados con una destrucción,» pero si los justos se van o son expulsados, entonces el Señor no permanecerá más en la tierra y mantendrá para si el castigo.
  2. Leyes, jueces y abogados injustos pueden poner los cimientos para la destrucción de un pueblo. Una nación no puede permitir o tole­rar la corrupción en el gobierno.
  3. La maldad desecha a los profetas, mofándose y matándoles. Pero si los falsos profetas les dicen que sus acciones no son pecaminosas y que no le serán contadas, la gente inicua recibirá aquellos profetas fal­sos como sus líderes.
  4. El Señor promete salvar a los justos y a los arrepentidos cuando destruya al inicuo. (2 Nefi 26:8)
  5. La amonestación profética indica muchas maneras en que Dios enviará sus juicios sobre los inicuos, incluyendo:
  • Hambre (Alma 10:22-23; Éter 9:28-30, 35; 11:7)
  • Pestilencia (Alma 10:22-23; Éter 11:7)
  • Guerra y espada (Alma 10:22-23; Éter 11:7)
  • Fuego del cielo (Génesis 19:24; Helamán 13:13; 3 Nefi 9:11)
  • Maldiciendo sus riquezas, haciéndose deleznables (Helamán 13:31-32)
  • Rehusando oír sus quejas (Helamán 13:32)
  • Fuego (2 Nefi 26:4)
  • La tierra los tragará (2 Nefi 26:5)
  • Las montañas los cubrirán (2 Nefi 26:5)
  • Torbellinos los arrebatarán (2 Nefi 26:5)
  • Edificios caerán sobre ellos (2 Nefi 26:5)
  • Truenos y relámpagos (2 Nefi 26:6)
  • Terremotos (2 Nefi 26:6)
  • Sin lluvia (Éter 9:30)
  • Terror (Helamán 12:3)
  1. El Señor destruye al inicuo para esconder su maldad y abomina­ciones ante su faz, y detiene la sangre de los profetas que han muerto y claman desde la tierra en contra de ellos. (3 Nefi 9:11)
  2. Los líderes justos salvan a su pueblo de la destrucción auto­ rizando leyes que protejan a los profetas del mal trato y el abuso. (Éter 7:23-26; Alma 23:2. Véase Alma 1:2-27.)
  3. Cuando la gente inicua se arrepiente y se humilla, Dios aligera o termina los juicios que envía sobre ellos.
  4. Cuando los inicuos gobiernan, el pueblo se lamenta. Los ciu­dadanos deben buscar diligentemente líderes honestos y sabios, y así entonces apoyarlos en sus decisiones de liderazgo.
  5. La destrucción de los Jareditas y los Nefitas se debió a que desecharon y mataron a los profetas, ambos acontecimientos ocurrieron subsecuentemente a la muerte del Salvador, tres y medio siglos después cuando la civilización Nefita fue destruida.
  6. Dios bendice con prosperidad aquellos que confían y le sirven, les libra de las manos de sus enemigos, y ablanda los corazones de sus enemigos de manera que no les declaren la guerra.
  7. La gente tiende a olvidar a Dios y a endurecer sus corazones cuando vive con comodidad y con gran prosperidad. Cuando olvidan a Dios, él los castiga con mortandad, terror y pestilencia.
  8. Los hombres son libres de escoger la libertad y la vida eterna por medio de la obediencia a Cristo, o la cautividad y la muerte según al poder del diablo.
Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a Amonestaciones Proféticas Inspiras

  1. Rafael Aurelio Bustamante anzola dijo:

    Excelente gracias por todo realmente es así y será así.

    Me gusta

Deja un comentario